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— 179 — tira y se robase las voluntades, aun de muchos cató- licos. Fué hospedado el elector de Sajonia con el —predicante y toda su familia en el palacio imperial. Policarpo lleno de vanidad y arrogancia empezó á predicar públicamente en el patio del palacio, se- gun costumbre del luteranismo. Disgustó no poco esta escandalosa novedad en un reino, donde no estaba permitido entonces el ejercicio de la reli- gion protestante y solo dominaba el catolicismo. Concurria al palacio multitud grande de sectarios, así Pragenses, como Sajones á oir á su ministro sacrilegas y desvergonzadas injurias contra la fé Católica Apostólica Romana y sus profesores, sem- brando los falsos dogmas del luteralisimo: pero eon- tal arte, falacia y agudeza, que parecia autor de tan maldita secta. Muchos herejes, que habian con- currido á la corte, iban sin rebozo á escuchar su doctrina y admirados de su perspicaz ingénio, afianzaban en él la venganza de tantos daños co- mo habian recibido del varon santo en la mision, que antes habia hecho en Sajonia. Fué tan ruido- so y célebre el eco de la fama de este predicante, que corriendo por todas partes, iban en crecidas tropas á oirle y aunque al principio ningun cató- lico se atrevia á asistirá sus sermones por no ha- cerse sospechosos en la fé, aumentándose cada dia mas el crédito de este detestable ministro, con- currian al principio (aunque con disimulo) mu- chos católicos y poco á poco se notó, que algunos de estos ya.no se avergonzaban de oir las blasfe- mas voces de Policarpo contra las costumbres de los fieles, contra los prelados de la Iglesia, contra

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