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id — 178— Aclamaron la santidad del varon santo, y mudan- do los clarines el soplo de su aliento, el eco, que empezaba por batalla, acababa en sonido de victo- ría. Mandó el beato Lorenzo al conde de Vizconti volviese al pueblo y tomase la prevencion nece- saria, sin recelo de daño: y aunque el caballero estuvo al principio tímido. haciendo reflexion en la promesa del santo padre, se determinó á entrar y halló en todos los habitadores un especial aga- sajo y extraordinario cortejo. Ricos de triunfos volvieron á la presencia del duque nuestros reli- giosos y sus soldados, habiendo cogido fruto co- pioso, muy medido á lo que sembraron, desterran- do errores, plantando virtudes y arancando vicios. 13, Corria el año de 1608 cuando el emperador Rodulfo juntó córtes en Praga, convocando á ellas los príncipes del imperio. Concurria entre ellos el elector de Sajonia, famoso luterano: trajo en su compañía un ministro hereje, célebre predican- te entre los suyos, llamado Policarpo Laysero muy amádo del elector, acaso mas por la herejía, que por su capacidad. Era este ministro de Satanás as- tuto de condicion, ambicioso de gloria vana, dies- tro en las cavilaciones de Estado, erudito en la si- niestra interpretacion de las Santas Escrituras y muy acreditado de hombre sábio entre los de su faccion, que junto con sus prendas personales de gravedad, circunspeccion, buena voz, acciones sé- rias y majestuosas, se conciliaba el afecto de to- dos, respetándole por un oráculo de sabiduría. To- das estas cualidades eran bien á propósito, para que Lucifer pusiese en su corazon la cátedra de la men- A EE II is A A
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