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— 12 — do al conde la buena disciplina de los soldados, 8. Acompañado, pues, el varon santo de los sol- dados, cuya escolta no pudo menos de admitir, atravesó por toda la Baviera, predicando en muchas de las ciúdades, que se llaman Francas: fecundó el Palatinado con la palabra divina: alumbró á Salis- burgo y á casi toda la Alemania inferior; pero don- de mas se detuvo fué en Sajonia, como mas nece- sitada del riego espiritual, por hallarse toda ella miseramente sumergida en las tinieblas obscuras de la herejía luterana. Su predicación apostólica se extendia, no solo.á los herejes, sino tambien á los católicos, siendo para todos como una hacha refulgente, que á cada uno alumbraba y encendia. Y al modo que San Agustin llevado de la curiosi- dad de oirá San Ambrosio, vino á abrazar la fé ca- tólica, divulgado en los pueblos el afecto y grande estimación con que el duque atendia á la seguri- dad del varon santo. escoltándole con mas tropa que á-su misma persona; deseosos los herejes de : examinar si la elocuencia y doctrina del beato Lo- EE sa renzo correspondia á la fama, que ya habia corrido bio - entre ellos, le buscaban con disimulo entre los católicos cuando habia de predicar. Es viva y efi- caz la palabra de Dios; y éralo tanto desde los la- bios de su siervo, que penetraba sin resistencia hasta lo mas reservado é íntimo de los corazones, ya católicos y ya infieles. Hacia en el modo que podemos comprender, clara y perceptible demos= tracion de las verdades de nuestra santa fé: fundá- balas en testimonios expresos de la sagrada Escri- lura, con que pasando á piedad la curiosidad, que
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