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— 171— cesivo amor, determinó gozar de aquel rato, que duró hora y media, desde que el conde lo advirtió, sin saber á qué tiempo sobrevino esta dulce sus- pension, pues desde que entró en los primeros mo- mentos, se habia él retirado á su meditacion. 7. Concluyó la Misa al medio dia, habiendo co- menzado á media noche, de cuyo estilo y costum- bre hablaremos largamente en otro capítulo; y luego que dió gracias llamó al conde, á quien des- cubriéndole todos los pensamientos y tentaciones que habia padecido su corazon en la Misa, y el desmayo con que poco á poco se iba dejando ven- cer, le reprendió severamente, arguyéndole de flaco y delicado capitan en la milicia espiritual. Admirado el conde de ver cuán por menudo. le habia Dios revelado al santo padre, todo cuanto por su interior habia pasado en aquel lance, admi- tió postrado la correccion y dió parte al duque de cuanto le habia sucedido. No se admiró este prín= cipe, que muchos años antes conocia por expe- riencia lo que era nuestro Lorenzo; solo sí llegó á penetrar nuevamente, que la empresa y espiritual conquista, á que su generoso ánimo se exponia, era muy agradable á los ojos de Dios; por lo cual el mismo duque, que antes habia procurado impe- dirla, era quien despues ansioso la solicitaba, aun- que siempre con dolor de su afectuoso cariño, que no podia vivir en ausencia del venerable padre sin extraordinarias ansias. Tomó el siervo de Dios por compañeros dos religiosos, un sacerdote, y otro lego, quienes incorporados con la gente del conde, emprendieron felizmente su camino, encomendan- há e

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