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— 167— «otras armas, que sus inculpables costumbres, su «irreprensible vida y los gloriosos ejemplares de su «paciencia, practicada en las mas crueles perse- «cuciones de la infidelidad y de la emulacion. Ver- «tiendo su sangre aquellos primitivos fieles, comu- «nicaron los verdaderos dogmas de Cristo á todas «las provincias del orbe. Permitidme, pues, oh Se- «ñor, que siguiendo estos gloriosos ejemplos, siem- «bre la fé católica entre los herejes luteranos, «para que soy llamado interiormente, sin mas de- «fensa que la de la verdad que predico, porque «no se unen bien la sinceridad de la fé divina y «el estruendo de las armas. Son estas muy poco se- «guras, éincontrastable aquella y entonces inmor- «tal, cuando sus profesores se exponen con ma-= «yor valor á la muerte. Poco pierde, quien con la «muerte gana la vida eterna y con ella exalta y au- «menta la fé católica. ¿Temeis acaso. que muerto «yo, segun los herejes lo solicitan, ha de quedar «rendida la verdad de los dogmas católicos con per- «juicio de las provincias, que componen este dila- «tado imperio? Lo contrario sucederá, oh serenisi- «mo príncipe; nunca mas hondas echará las raices «que cuando la majestad divina me concediese re- «gar con mi sangre la tierra (como estéril) de los «sectarios; porque ¿quién no tendrá por divina y «segurísima la verdad, á cuyas aras se dedican víc- «timas voluntarias, los que una vez la dieron en- «rada en su corazon?» 4. Así oró el varon santo y alabando el duque su fervoroso celo en extender la fe, continuó em- pero las solicitudes piadosas en órden á la seguri-

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