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PARA VA E q E ss siempre pidiesen á Dios serenase aquella tempes- tady por los mismos que la movian. 18. Predicando un dia en este tiempo el siervo de Dios en nuestro convento , tomó por asunto aquellas admirables palabras de San Pablo (1) Obedeced. á vuestros prelados, y estad sujetos á ellos, porque contínuamente velan, como que han de dar razon de vuestras almas. Expuso con nervio y eficacia la obligacion que todos los vasallos, sean eclesiásticos ó seculares, tienen de obedecer á sus soberanos, aunque sean viciosos y malos; pues la Escritura no distingue entre buenos y malos pre- lados para la obediencia del súbdito. Estaban pre- sentes en este sermon como era regular en otros, los embajadores, camareros del emperador varo- nes nobles y príncipes del Imperio, y muchos de ellos. herejes y protestantes; valiéndose de la ocasion y circunstancias, dijo: Estoy tan pronto con todos más religiosos ú obedecer d nuestro sobera- no el emperador, que si en el dia me mandase salir con ellos de sus dominios, como su Majestad Cesárea intenta, luego sin la menor dilacion ni resistencia, antes bien con el mayor gusto y alegria por obede- cer á Dios en el César, saldria luego de Alemania, sin mas prevencion, ni defensa que una cruz al cuello y un báculo en la mano, como vine de Italia, confian- -doen el Señor, que nada me faltaria. Acabado el rmon, siendo ya hora de ir á palacio aquellos ES á asistir á la mesa del emperador, les (Y Ad Heb. 13. 17. SS

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