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a cis «Lorenzo y los suyos. Reflexionad, Señor, en el «arte y política refinada de Fr. Lorenzo: él se ha «hecho dueño de las voluntades de los embajado- «res y de todos los príncipes del Imperio; y para «mas asegurar el golpe, es tan dueño de toda la «plebe, que ciegamente sigue su dictámen, como «si fuera un oráculo divino. Esos capuchinos, que «cow tanta piedad ha traido V. M. C, á su imperio, «y á quien ha favorecido tanto: esos mismos, con capa de virtud, han de causar la ruina del impe- o «rio.» Al oir esto el emperador, quedó como fuera de sí; y atónito y espantado dijo: Bien me lo presu- mía yo de los capuchinos y que ellos me causaban to- los mis males: ya no estarán mas en mis dominios, yo haréque salgan fuera, sin oir súplicas ni ruegos. Dl Mientras el emperador estaba diciendo esto, sacó Se el astrólogo con disimulo un cuadrito pequeño, o quellevaba prevenido, en que estaba pintado el emperador y dos capuchinos armados con dos pu- y. Balesenaccion de matarle; y con arte lo puso frente de un espejo, donde miraba el emperador: fijó los ojos en el espejo; y al ver aquella trágica «figura, faltó poco para caer desmayado en tierra. Señor, qué es esto (dijo el malvado astrólogo)! Mi- tad que este es aviso del cielo, que cuida de la perso- na de V. M.C., y le avisa, para que evite tan funes- to golpe; aun hay tiempo, pues solo amenaza el puñal sin haberle ensangrentado. El emperador dió órden luego, firmada de su mano, para que los capuchi- nos saliesen inmediatamente y sin demora «alguna de sus dominios, remitiendo esta órden al arzobis- po, para que en nombre suyo se les comunicase: pe; a kdd | ná A A
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