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cai -— piándose en la devocion á los capuchinos, permi- tiéndolo así la Providencia divina para mostrar su poder. Hallábase ya arrepentido de haber traido á sus Estados á los capuchinos, y con ánimo de des- terrarlos de todos sus dominios. Esta mudanza tan rara, provenia, segun algunos, de una vehemente pasion melancólica de ánimo, que padecia muchas veces, 6 segun otros, de los informes falsos de los herejes impíos. Comunicó el emperador su inten- cion (poseido de una gran tristeza) con un prínci- pe confidente suyo: y conociendo éste que llaman- do alsieryo de Dios se aquietaria el emperador, por el gran concepto que de él tenia, se lo aconsejó; y habiendo condescendido el emperador, vino el va- ron santo, aunque con mucho trabajo, por ser el mes de Noviembre, y muy rigurosa la estacion: Avisaron al emperador de la llegada del siervo de E Dios, y preocupado de su melancolía, no le quiso ver; y llamando al gran Canciller, y al arzobispo, les mandó que luego al punto diesen providencia para que Fr. Lorenzo con todos los capuchinos sa- liesen desterrados del imperio. El arzobispo admi- rado del caso, hizo presente al emperador la ino- | Ccencia de los capuchinos, y que seria de gravísi- ¿ mo escándalo en toda la cristiandad la expulsion de tan santos y útiles religiosos; pero instan- do el emperador, le dijo, que lo pusiese en prác- tica, y que de no hacerlo así, le echaria de su iglesia. Entonces el arzobispo respondió con reso- lucion cristiana, que estaba pronto á dejar su igle- sia antes que ofender á Dios; y que estimaba mas la gracia y amistad de Jesucristo, que de todos los

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