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— 147— avergonzaban ya de haberle tratado y conocido á un hombre tan perverso y malo, logrando así los herejes, que el feo y horrendo delito, en que su astucia le aseguraba reo, obscureciese, borrase y arrancase de la tierra de los vivientes la memoria de un hombre, que tanto aborrecian. Xste es (de= cian) aquel gran predicador de los papistas: aquel orador famoso, que tanto ruido ha metido en Alema= nia: aquel capuchino tan proclamado de los suyos por santo: infiel:d quien seguian las ciudades ente- ras, aclamindole por hombre venido del cielo. Ya se ha descubierto su hipocresía : ya vemos quitado el ve- lo de su falsa doctrina. En esto han parado sus ser= mones tan llenos de fausto y elocuencia : en esto las disputas y argumentos llenos de sofisterias y suti- lezas. Y si este es el principal entre los Capuchinos, que nos han venido d-predicar, ¿cuáles será ellos? Ñi este es su padre, ¿ cuáles serán sus hijos? Esto decian los sectarios llenos de envidia y furor, pa- ra denigrar la fama, no solo del siervo de Dios, si- no tambien de los Capuchinos, con el fin de que no hiciesen fruto sus buenos ejemplos y fervoro- sos sermones. 12. Cuán sensible pérdida sea la del crédito, honor y fama, y mas en un sugeto casi por todo el mundo venerado por la santidad de su vida y excelente doctrina, lo podrán conocer los que han hecho tránsito infausto desde el aplauso, á la ig- nominia : desde la gloria, al deshonor; y desde la estimacion, al vituperio. Sin embargo, aunque pudo la envidia apartar á este varon insigne del elevado punto de aprecio, á que sus virtudes y » pd + LI loss y E dl TM del y y pl AL A AAA | A e A AE y PP / : . a . A PO A ha 73 se AA > . a AAA VAIO O O
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