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co: Ss despues. No ignoraba el varon santo las asechan- zas que le armaba la ojeriza sacrílega de los im- píos, herejes y sectarios: bien sabia el execrable ódio con que le solicitaban la pérdida del honor y aun la vida; pero esto mismo le ponia en mayor deseo de convertirlos, sin dejar castillo, ciudad, villa ni aldea, en que solicitando su propio riesgo, no procurase introducir las mas útiles medicinas, para sanar aquella peligrosísima, cuanto conta- giosa dolencia. Buscábanle no pocas veces los im- píos discípulos de Lutero en los caminos, para quitarle la vida: y no atreviéndose á un varon tan respetable y santo, despues de haberle llenado de improperios é injurias insolentísimas, le abofetea- ban y acoceaban con la mayor impiedad y sacrí- lego atrevimiento (1). Es cierto que á la menor queja del varon santo castigaran los príncipes y magistrados católicos, y 'aun los mismos herejes, desórden tan opuesto á las leyes humanas y divi- nas; pero ni aun la queja menor pudo sacar á sus lábios tan repetidas injurias. Vengábase el siervo de Dios con los sectarios, pidiendo al Señor con oraciones, ayunosy penilencias la salvacion de sus almas, sin quejarse de ninguno. De esta suer- le, y con esta invicta paciencia convirtió á mu- chos, no menos que con argumentos y autoridades; porque aun el mayor obstinado reconoce por ver- dadera religion aquella cuyos profesores, perdo- nando las injurias, hacen bien por los que los per- siguen y calumnian. . 2 Suma fol, 9.

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