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— 141— los trabajos que afligen el cuerpo, será sin duda mucho mas en los trabajos que afligen al alma. Era respetable casi en todo el orbe la persona de Brindis: sabian todos su virtud y letras; constaba á todos el grande aprecio que hacian de él los pontífices, cardenales, emperadores, reyes y po- tentados. Era público el aplauso y estimacion que que todos hacian de él, teniéndose por dichosos los que lograban verle y mucho mas los qne te= nian la fortuna de hablarle y tratarle; de suerte, que todos, todos á una voz le llamaban Santo y que apenas se encontrará en las historias, segundo que viviendo tuviese mayor veneracion y aplauso. Pues ya se deja discurrir cuán sensibles serán las injurias y oprobios en un sugeto de semejante ca- rácter. Como en nuestro Brindis ardia el celo san- to de la honra y gloria de Dios, procurando por todos modos la conversion de las almas, ya de los católicos, ya de los herejes, ya de los judíos, esto le acorreó no pocos trabajos y persecuciones. Los judíos intentaron quitarle la vida muchas veces, por verse corridos y avergonzados en fuerza de su predicacion fervorosa y convincente. Los herejes en Alemania le persiguieron de muerte, procuran- do tambien quitarle la honra, y tratándole mal de palabra y obras, poniendo todos los medios para desterrarle de toda Alemania, junto con los capu= chinos. Peroá todo este tropel de penas respondia invicta la paciencia de Brindis con una manse- dumbre inalterable. 7. Pasando el siervo de Dios, siendo General, por Helvecia, se encontró con un famoso predi-
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