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— 139— gota, y su compañero Fr. Juan Bautista de Esqui- lace, lastimado de verle padecer tanto, le quiso aplicar una medicina, con que se templasen en algo los dolores; pero el siervo de Dios replicó al punto: Vo, Padre mio, no: no me conviene recibir ali- vio en los dolores, que Dios por su altísima provi- dencia me envia, para mucho bien de mi alma, y en que su majestad se complace: déjame adorar el azote con que piadosamente me castiga, que sin duda es un efecto especial del amor grande que me tiene, y por eso dijo el Señor: A los que amo corrijo, y castigo (1). En otra ocasion adoleció en Parma de unos dolores tan vehementes de estómago, con una im- plicacion rarísima de males, junto con una fiebre maligna, que en poco tiempo le puso á los umbra- les de la muerte, y tan sin esperanza de vida, que el Duque de Parma puso tropa para defender el convento de los insultos, que se temia, si llegase á faltar el siervo de Dios, Pero ¡cosa rara! entre tanto tropel de penas y dolores, jamás se le oyó la menor queja de sentimiento. Le visitaba fre- cuentemente el Duque, y los grandes y señores de la Córte, y todos quedaban edificados de tan rara paciencia y conformidad. 5. Siendo Provincial de Venecia, caminaba con sus compañeros visilando su provincia desde Man- tua á Rovigio, y habiendo errado el camino, les cogió la noche en un monte muy espeso: iban tro- pezando en cada paso. un peligro, cuando cayó de repente el siervo de Dios en una hoya profundísi- 1) Apocal.3.

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