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— 135 — alerrar á los que aun no han saludado el templo hermoso donde reside. La penitencia es buena: la abstinencia, la templanza, la liberalidad son exce- lentes virtudes; pero la palidez con que cubren su rostro pueden causar algun pavor á los que quie- ran alistarse bajo de sus banderas. La diligencia, la fortaleza, la justicia y otras virtudes, son gran- des; pero se necesita un valor singular para su práctica. La paciencia es á todas luces amable y dulce. El ejercicio, pues, de esta virtud fué tan connatural en el beato Brindis, que parece era la que mas sobresalia entre todas. Fueron muchos los lances en que resplandeció en esta virtud: mu- chas las persecuciones, muchos los desprecios, muchos los trabajos, muchos los dolores y enfer- medades, pero en todos halló pronto el auxilio di- vino. Anímense, pues, los mortales, que si Dios permite ver á los justos tentados y perseguidos, es acuerdo de su misericordia para verlos tambien triunfantes y premiados. 2. Primeramente resplandeció la paciencia del siervo de Dios en tolerar inmensos trabajos é in- comodidades, en tan dilatados caminos y viajes, como hizo por toda la Europa, caminando siempre á pié, siendo General de toda la Órden, y otras ve- ces embajador á diversos príncipes, en que se de- ja conocer cuánto padeceria, mudando de tempe- ramentos, ya cálidos, ya frios, sufriendo hambres, sedes; yelos, nieves, lluvias é intemperies y siem- pre con la mayor paciencia y conformidad. De tan repetidos trabajos, junto con las penitencias que hacia, le resultaron gravísimas enfermedades,

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