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— 132— «amoroso Padre nuestro, hace con nosotros lo que «una madre con sus hijos tiernos. Una madre en «aquellos primeros años, que cria á los pechos «á sus hijos, vereis, qué alimento tan tierno, «y delicado les suministra: qué caricias les hace: «no los deja de sus brazos: estando siempre á su «vista y mirándose en ellos, como que son todas «sus delicias. Pero despues en creciendo, sin mu- «dar el amor que les tenia, muda de conducta con «ellos: les da manjares mas groseros: á las caricias, «suceden las amenazas y aun los castigos: ya los «deja andar solos, apartándolos de sí, entregándo- «los á los trabajos, como si no fueran hijos. ¿Y «cuál será Padres mios, la causa de esta diversi- «dad? ¿Será porque aborrece ya á sus hijos? No por «cierto. ¿Será por ventura porque sus hijos antes «eran buenos y ahora son malos? Tampoco. Ea, no «busquemos otra causa. Antes eran pequeñuelos «y no podian sufrir carga: ahora son robustos y «quiere que trabajen. Con esto os he dicho, Padres «mios, bastante, para que vuestra alta contempla- «cion y penetracion me comprenda. Permaneced «fuertes y robustos, que el Señor, que permite la «tentacion, os ayudará en ella y os sacará con «victoria de todas las tribulaciones en que ahora «os hallais. Perdonad, Padres, mi ignorancia y «atrevimiento de dar consejos á quien no los ha «menester.» Fuera largo referir los casos, que de esta naturaleza le sucedieron al siervo de Dios, y la humildad con que respondia á todos; pues co- mo era tan grande su fama, le buscaban de todas partes; pero á no pedirlo asi la honra y gloria de , A 7, dos a TA

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