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— 131 — Hebrea, Caldea y Siríaca, juntamente con las len- guas de Europa Alemana, Francesa, Italiana y Es- pañola, 6 por mejor decir tenia don de lenguas. Su memoria fué tan prodigiosa, que se decia de él: Que nunca olvido lo que una vez leyó. ¡Cosa rara! Nunca se le notó la menor señal de vanidad ni se le oyó palabra, que aludiese á satisfaccion propia. Muchas veces, aun cuando se ofrecia ocasion opor- tuna para manifestar su sabiduría y grandes ta- lentos, enmudecia con admiracion de todos, pasan- do para algunos plaza de ignorante. A tanto llegaba la humildad de nuestro Brindis, que aunque le buscaban para consultar ya negocios graves, ó ya cosas de espíritu, se excusaba diciendo, que era un ignorante y sin letras, que preguntasen á hom- bres doctos y les sacarian de las dudas. Hallándo- se dos religiosos de cierta Orden privados de la alegría espiritual que habian tenido hasta allí, y con una tentacion vehemente de desamparar la Orden, buscaron al siervo de Dios para tomar con- sejo; y despues de haberles oido, respondió con los ojos bajos: Padres mios, yo no puedo dar consejo ú quien me puede enseñar, y me alegrara tenerlos para mi: en vuestra religion hay maestros doctos y experi- mentados: id á ellos y os enseñardán el camino de la verdad. Quedaron admirados de la humildad del va- ron santo, y con mas vivas ansias de acertar, le su- plicaron les dijese para su direccion alguna cosa, con que irian consolados; y entonces con igual hu- mildad les dijo: «Padres mios, en pocas palabras «os diré algo por donde podais conocer, de donde «os proviene vuestra afliccion y trabajo. Dios,

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