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— 9 la misma guardia, que á su propia persona. En Pá- dua yendo á ver al cardenal Vendramino, usó para no ser conocido de la estratagema de ponerse al hombro unas alforjas como limosnero, é ir con el capucho puesto; pero aun esto no bastó, pues des- cubierto por uno, iba gritando: 4qui va el santo: aquí va el santo En la ciudad de Nola adoleció el siervo de Dios de la gota, y era preciso algunas ve- ces sacarle al átrio entre religiosos para bendecir al pueblo. El obispo de Nola, varon de grande au- toridad y doctrina, al ver tal concurso de gente y la devocion con que todos postrados en tierra re- cibian la bendicion del varon santo, decia (funda- do en el concepto, que habia formado de su gran virtud, y prendas) que no hallaba á quien compa- rar al varon de Dios, que á San Pablo Apóstol. Yo (decia) no he visto 4 San Pablo, ni le conozco por su cara y fisonomía; pero segun nos le pintan las histo- rias, no puede haber otro que mas se le parezca en un todo, que Pr. Lorenzo de Brindis. Este gran prelado le visitaba con mucha frecuencia, mientras estaba malo. haciéndole compañía; y con este motivo co- municaba con él los asuntos graves de su gobier no, hallando siempre en su dictámen luz, guia y acierto. Tanta era la devocion de este prelado para el siervo de Dios, que al despedirse se ponia de ro- dillas para recibir su bendicion, lo cual estaba ya estipulado entre la humildad del varon santo, y la devocion grande de este ilustrísimo prelado. Fué tan celebrada en aquel tiempo la concurrencia de los pueblos á recibir la bendicion del varon santo con los efectos frecuentes, que se seguian de RR

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