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- ME á otro, le acompañaba tanta gente, que le impe-— dian el paso, y muchas veces era menester llevar soldados para hacer lugar y no impedirle el cami- no. Lo mismo le sucedió cuando pasaba por mar de un convento á otro, que si la embarcacion es- taba quieta sin andar, habia muchos que se echa- ban al agua (aun con peligro de la vida) por tener el consuelo de hablarle mas despacio; y á lo menos se quedaban en la ribera hasta que se perdia de vista. -9. En Casal de Monferrato el Ilmo. Señor Car- reti, obispo de aquella ciudad, llevó al siervo de Dios para que predicase en la Catedral dos dias; y para tenerle mas cerca de sí, le llevó consigo á su palacio. Luego se juntó infinita gente, claman- . do todos por el padre Brindis, de suerte que te- miendo un alboroto, fué preciso llamar soldados y cerrar las puertas de palacio para su seguridad. Entonces mandó el Señor obispo al siervo de Dios saliese á un balcon á dar la bendicion al pueblo, cy todos postrados la recibieron con mucha devo- cion y consuelo, con que se aquietaron. En Pavía, acompañándole un dia al convento el Ilmo. Señor Biglia, arzobispo de aquella ciudad, junto con el gobernador, para impedir le atropellasen, clama- ban todos á grandes voces pidiendo la bendicion. El varon Santo, vuelto al arzobispo, le dijo: Mirad Señor, que estos vuestros hijos, os piden la bendicion. No, (replicó el arzobispo) 4 mino me piden la ben- dicion, la piden dá tí, y asidásela para que nos dejen. Confuso el siervo de Dios obedeció humilde, y se quitó la plebe. En la ribera de Génova, sin tener

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