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a, vina. Callaban los hombres; pero hablaban los cie- los: procuraba el varon santo ocultarse; pero el Señor se empeñaba en manifestarle. Brindis quiere esconderse, Dios quiere publicarle. Era cosa rara, que sin saber como, luego todos lo sabian y todos (sin haberle visto jamás) le conocian. Tiene el Se- ñor en su inefable providencia varios modos (para nosotros ocultos) con que sabe ensalzar á sus sier- vos; y así lo hacia con nuestro beato Brindis. Ca- minaba entre sus compañeros, sin distincion algu- na á pié y con un hábito acaso mas pobre y remen- dado que los demás,y luego le conocian todos sin haberle visto antes. Era tal la devocion de los pueblos por donde pasaba, que á porfia salian los vecinos á besarle la mano, tocarle el hábito y re- cibir su bendicion; y sin reparar en el barro y lodo que solia haber, se ponian de rodillas y le iban acompañando de un pueblo á otro, sin poder- se desprender de él, aunque muy á costa de su profunda humildad. Es fama comun, que con su. bendicion sanó á muchos enfermos, dió vista á cie- gos, habla á los mudos, piés á los cojos, y libertóá muchos poseidos de los espíritus malignos; y en fin, confesaban todos, que con la bendicion del varon santo recibian un consuelo muy extraordi- nario, que no recibian con la bendicion de otros. Siendo ministro provincial de Génova, apenas lle- gaba á algun convento, cuando movidos los veci- nos de los pueblos con una virtud oculta, aunque eficaz, salian todos á verle y recibir su bendicion, teniéndose por dichoso el que le tocaba el hábito, 6 besaba la mano; y cuando salia de un convento

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