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o men. Pero lo que mas le acreditó de grande, fué, la felicidad con que concluyó los negocios de la paz entre el Rey católico y el Duque de Saboya con el referido Gobernador D. Pedro de Toledo, de que hablaremos despues. Concluida esta grande obra á satisfaccion de las partes, se llegó el tiempo de ir á Roma al Capítulo general, que fué el año de 1618; pero al salir de Milan, fué increible el concurso y multitud de ciudadanos de todas clases, que con- currieron á nuestro convento, lamentándose de la ausencia de tan amado Padre y bienhechor publi- cando á voces los beneficios, que habian recibido por su intercesion;,le decian con tiernísimas lágri- mas: «Padre Santo, tenednos presentes en vuestras «oraciones y rogad á Dios por estos vuestros hijos. * «Padre carísimo, por el amor tan grande, que teneis «á la Virgen Santísima, os pedimos que volvais - «prontamente á vivir y morir entre nosotros, que «ya sabeis lo que os amamos y veneramos sobre «todos los otros pueblos». Era tanta la confusion y lágrimas de los ciudadanos, que pedian su última bendicion, que hallándose presente el Cardenal orromeo, Arzobispo de Milan, le mandó, que en su nombre y con su autoridad, bendijese al pue- blo, exhortando su Eminencia á todos, le dejasen ir solo, sin acompañarle porel camino, como que- rian muchos. Tomó el siervo de Dios la Cruz, que traia al cuello y postrándose todos en tierra, les echó la bendicion en nombre de su eminencia. Sa- lió en finde Milan lleno de triunfos y victorias, atribuyendo á Dios y no á sí, tantas coronas como habia alcanzado, teniendo siempre presente aque- »

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