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— 119— varon, le pedian su bendicion y besaban su mano, sin poderse excusar, por mandárselo así el mismo Cardenal y sus prelados. ¡Cuál seria la confusion y abatimiento del varon santo! Dicen las historias, que en tales lances si conocia el honor que le ha- cian, empezaba á llorar amargamente por hallarse indigno de aquella honra, temiendo fuese para ma- yor condenación suya: así se humillaba el varon santo; pero otras veces ni conocia, ni veia, que aquellas demostraciones eran, ni podian ser para él, sino para honra y gloria de Dios y así pasaba por medio de los honores con un semblante humil- de, sin alterar su ánimo en cosa alguna, como si estuviera extático, é insensible. 5. La ciudad, pues de Milan, capital famosa de oda la Lombardía, fué quien entre todas las de Jta- La rindió al siervo de Dios mas adoraciones. En es- taciudad estuvo varias veces ya de General ya de súndito; pero cuando vino á tratar de la paz de Ita. lia eon el Excmo. Sr. Marqués de Villafranca Don Pedro de Toledo su Gobernador, fué cuando se de- tuvomas y cuando mas veneracion recibió de sus vecinos. Es cosa muy rara y que á no decirlo así la historia (1), se hiciera increible. Tanta era la devoción de toda aquella gran ciudad al varon san- to, que no habia hora en el dia, que no estuviese llena l Iglesia y atrio de nuestro convento de per- sonas ce toda clase, hombres, mujeres, Eclesiásti- cos, migistrados, nobles, pobres y ricos, esperando todos var al siervo de Dios y recibir su santa ben- (1) La Vita Ital. de Rossi, lib. 1. cap. 5.

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