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— 114— más; y si alguna vez se hallaba obligado á respon- der, era con voces tan modestas y humildes, que descubria bien en ellas la sumision de ánimo, con que le habia adornado el Cielo, quedando mas ve- nerable y acreditado por el camino mismo por donde solicitaba su menosprecio y humillacion. No hay duda, que el beato Lorenzo fué grande en la doctrina, grande en el gobierno de la Religion, grande en el manejo de los negocios mas graves de los príncipes, grande en la prudencia, grande en la fortaleza, grande en la predicacion, grande en mi- lagros, grande en el poder contra los espíritus in- fernales, grande en todas las virtudes: fué terror de todos los judíos, martillo de los herejes, confu- sion de los pecadores, direccion para los Príncipes; fué últimamente dotado del Cielo con tan subli- mes prendas de naturaleza y gracia, que confesan- do todos los que le trataban no haber en aquel si- glo sugeto igual á Brindis, daban gracias á Dios por haber enviado al mundo un varon tan excelen- te y grande. 3. Por esta grandeza de las prendas y virtudes de Brindis, se ha de medir su humildad; pues, á proporcion que se veia favorecido del cielo, era otro tanto mas su confusion y humildad profunda. Nada de esto era en su concepto y reputacion, na- da hallaba que le pudiese engreir, y si alguna vez tropezaba con tal cual favor del cielo, esto le servia de mas confusion y vergiienza. Era muy comun en el siervo de Dios cuando le hacian alguna honra, echar á llorar diciendo: ¡Pobre de mi! ¿quién soy. yo? ¡ah imfeliz Lorenzo, mísera criatura! ¿Por ventu- de ñ qe

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