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— 113— 2. Pero aun siguiendo los pasos de su inocen- te vida, le veremos en todos, espejo ilustre de esta virtud heróica. Estando en Venecia con su tio, cualquiera advertencia que este le hacia, d conse- jo que le daba, se ponia luego de rodillas para oir lo que le decia. Es tambien prueba grande de hu- mildad rendirse dócilmente un entendimiento ele- vado al diclámen, y parecer ajeno. Estaba dotado nuestro Brindis de una sabiduria admirable y de una ciencia verdaderamente infusa; y que en otro no sería facil de ceder la palma en las lides de Mi- nerva; pero á nuestro humilde jóven se le vió re- petidas veces coronado de la humildad, sofocando en sí los brillos de la mas sublime ciencia. En las disputas, en los argumentos y controversias escolásticas, se notaba con admiracion de todos, que á noatravesarse la honra y gloria de Dios, lue- go cedia al parecer ageno, aunque estuviese ya pa- ra conseguir el triunfo. Todo consta del capítulo primero de esta historia. Así se portaba siendo se- cular y jóven, sin mas cultura, que su bella indo- le y natural inclinacion á la humildad; pero sus- pirando á mayor altura y perfeccion, la consiguió abrazando al humilde instituto capuchino. Vesti- o el hábito, traia tal moderacion en todas sus ac- ciones, que ellas mismas publicaban su profunda humildad. Era tan mortificado en la vista, tan mo- derado en el hablar, que parecia se avergonzaba de ello y de mirar entre los demás, teniendose por indigno de estar entre religiosos. Cuando á los de- más novicios se permitia que hablasen unos con otros, se contentaba Brindis solo con oir á los de- 8
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