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— 110— que con tanta luz dejó escrita el doctor Melífluo, la observó puntualísimamente en su provincialato, pues la larga experiencia de tantos años de gobier- no, le habia enseñado ser la mas acertada y pro- vechosa y así no fué menos feliz ahora su gobierno que lo habia sido antes. Cuando conocia, que res- pecto de la indisposicion de algunos súbditos, habia de ser su correccion inútil ó acaso dañosa, se com- padecia de su flaqueza, no permitiendo, pero di- simulando lo que no podia por entonces remediar. Respecto de otros, convertia la reprension en suave y casual advertencia, y así usaba del vino y del aceite, segun lo pedia la dolencia y disposicion del enfermo, haciéndose con estos medios idea perfectísima de prelados. Mas pudiéramos decir sobre el asunto propuesto; pero siendo preciso que la pluma en adelante dé algun vuelo á otro lugar donde convenga tratarlo, lo hemos reservado para entonces, dando por ahora lugar al capítulo si- guiente. CAPÍTULO V.. Humildad del siervo de Dios entre los mayores | aplausos. LL Es la humildad base firmísima de todas las - virtudes. El primer paso que dá el humilde, es aquel bajísimo concepto que forma de sí mismo. Llévanle á este concepto sus ojos 6 muy ciegos ó muy linces: Muy ciegos, cuando llenos de polvo de su nada, no quedan capaces para ver en sí las ded

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