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— 109— sas, acudieron á Su Santidad por medio del car- denal protector, para que le mandase tomar el gobierno de aquella provincia. El Pontífice, hecho cargo de la reverente súplica de aquellos padres y el gran bien que resultaria á los capuchinos de ello y con el ánimo de tenerle cerca para los nego- cios graves que ocurriesen á la Silla apostólica, mandó que admitiese el cargo sin excusa, exone- rándole de la obligacion de visitar personalmente la provincia y que pudiese subrogar en su lugar visitadores y que cuando hallase por conveniente visitar algun convento, lo hiciese á caballo. Bajó la cabeza el siervo de Dios al mandato de su Vica- rio y admitiendo resignado el gobierno de aquella provincia, la ilustró por todo un trienio con ad- mirables ejemplos de virtud y doctrina, obrando el Señor por su siervo muchos prodigios y milagros de que se harán en adelante debida conmemora- cion. Es digno de notar su humildad y que habien- do sido General de toda la órden bajase á ser provin- cial de una sola provincia; pero como miraba en todas sus acciones la honra y gloria de Dios, lo recibia todo de su mano, procurando siempre llevar almas al cielo por medio de la blandura y suavidad, que es el camino mas seguro, como enseña San Bernardo (1): Con blandura piadosa, dice el santo, se ha de procurar el remedio de los que como fiacos no pueden tolerar el rigor de la observancia. Toleren con amor los prelados de la Iglesai d los que corrijen, Y corrijan con amor d los que toleran. Esta máxima, (DS. Bernard. de Modo bene cicvend.

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