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— 107— Sabia el César la virtud, ciencia y demás prendas con que el cielo habia dotado alsanto Varon, y á proporcion le veneraba. Propuso su embajada, entregando las Letras Apostólicas credenciales: tratáronse los negocios y aunque á los principios se ofrecieron varias dificultades, que al parecer de algunos eran insuperables, todas las allanó la prudencia y sagacidad de nuestro Lorenzo. Con- cluida felizmente su embajada á satisfaccion de ambas partes, le envió el mismo Pontífice al elec= tor de Baviera con el mismo carácter de Embaja- dor: aquí no fué menos el aplauso con que fué recibido el siervo de Dios. Este serenísimo prín- cipe, duque y elector de Baviera, llamado Maxi- miliano, fué uno de los mayores devotos que tu- vo el siervo de Dios; fué quien le señaló una compañía de soldados para que en todas partes le acompañasen y le defendiesen de la maligna astucia de los pérfidos herejes, que pretendian quitarle la vida: fué tambien quien tenia tal de- vocion con el varon santo, que le ayudaba á misa, no obstante que tardaba en ella, arrebatando en - éxtasis, dos, tres y cuatro y aun algunas veces doce horas (1). Este gran principe que nos ofrecerá en la historia mucho que decir le recibió en la corte de Munich con toda aquella magestad y lle- no de grandeza, que le dictaba su noble afecto y devoción, y propuestos los puntos de su embaja= da, no hubo nada que vencer, pues su voto para con el dnque fué siempre decisivo, oyendo sus dictámenes como oráculos divinos. Volvió á Roma A (b Bull. Ordinis tom. 4, fol. 153,

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