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| — 103— etc., nada tenian, pues era solo en el nombre y nada en realidad. Vivian tambien amenazados á un estrago general, y una inevitable ruina de aquellos peñascos salitrosos. Pero ¡oh prodigio! despues que el varon santo les intimó el precep- to, se vió claramente que se iban abriendo y desgajando aquellas peñas, en ocasion y de modo que no ofendian á los religiosos, atribuyéndolo todo á milagro,de suerte, que vivian entre las mismas ruinas con la mayor seguridad, acredi- tando este prodigio los sucesos mismos. Habian salido los religiosos á la ciudad á una procesion y al volverse al convento, al llegar al átrio ó pla- zuela, que está delante del convento, se desga- jó de repente un gran peñasco, que en lo natural debia caer sobre los religiosos y con ruina total de todos ellos; pero impelido por virtud divina, tomó tanto vuelo, que fué á parar fuera de la pla- za contra todo el órden regular, alabando todos al Señor por aquel prodigio. Es loable costumbre de nuestra religion, que despues de haber cenado la comunidad, se junten las religiosos con el Prela= do en la cocina á limpiar las legumbres y hortali- za que han de comer el dia siguiente: dispensó un dia el Prelado este ejercicio y en el mismo tiempo en que habian de estar los religiosos ocupados en él, se vino abajo con grande estrépito toda la peña que servia de techo á la cocina, en cuya rui- na hubieran perecido todos los religiosos. En otra ocasion hallándose enfermo el P. Fr. Pedro de Se- gura, religioso de singular virtud, cayó gran parte del techo de la celda; pero sin llegar á la cama del Y

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