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— 101— cidad); admirado el santo General de tanto exceso é informado de los Religiosos, que no habian po- dido impedirlo, por ser personaje de mucha auto- ridad y respeto, se estrechó con él, para que qui- tase aquel mal ejemplo de los capuchinos; pero no condescendiendo con la súplica y pareciéndole al siervo de Dios, que debia atropellar por los respe- tos humanos, por no ofender los divinos, despues de haber dado á los Religiosos, y mucho mas al guardian una áspera reprension, les mandó con precepto formal de santa obediencia, que luego, luego desamparasen el convento, por no ver man- chada la pobreza santa y ofendida la simplicidad capuchina. Zmporta poco (decia lleno de celo el santo General) que haya um convento menos, que el que ú todos los otros se de un ejemplar pernicioso y seempiecen d violar las leyes, que nos hacen digna propagación de nuestro Santo Patriarca. Continuan- do su visita por las provincias de España (1), lle- gó á un convento, cuyo nombre calla la historia; y viendo que su fábrica excedia los límites de la altísima pobreza, que tenia supérfluos celajes y adornos, que las celdas, claustros y oficinas eran mayores y mas adornadas de lo que permiten las leyes capuchinas, quedó como fuera de sí y aun pensaba pasar adelante sin hacer mansion en él pero para escarmiento de los demás, quiso cono- cer de aquel exceso, castigando á quien hallase culpado. Llamó al religioso, por quien habia corrido la fábrica de aquel convento, á fin de cor- ” * (o La vida Italiana de Rossi, lib. 1. cap. 10 fól, 126,

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