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e a oponia con singular valor y constancia, cuando su pretension era opuesta á la rectitud e nuestro estado, usando siempre de aquella gran prudencia con que el cielo lo habia dotado; y así aunque al- gunas veces los dejaba desconsolados, nunca los dejaba ofendidos, pensando por el gran concepto que de él tenian, que la justicia y la razon le obligaban á ello. Cuando siendo General, llegaba á los conventos de nuestra Órden, concurrian lle- vados de su gran fama los sugetos mas ilustres de la república, para consultarle como á oráculo, y el siervo de Dios los oía y consolaba, teniendo presente, no solo el gobierno de la Órden, sino el - bien de las almas, por lo cual no dejaba de predi- car á los pueblos, siempre que su ministerio se lo permitia. En su tiempo se aumentó mucho la Ór- den en conventos y provincias que despues die- ron abundantísimos frutos para el cielo. Y no con- tento su fervoroso celo con el vasto distrito de la Europa, envió Misioneros á la América y al Asia para la conversion de aquellos idólatras infelices, cuyos dilatados campos regados con el sudor y saugre de tan fervorosos operarios, produjeron y producen inmensos frutos en millones de almas convertidas. Girando así su ardiente celo por to- das las cuatro partes del mundo, con deseo de reducir á sus moradores y llevarlosá Jesucristo, daba muchas veces al dia su corazon la vuelta porel Océano, y extendidas las alas, ó6 las velas de su afecto, reconocia las ciudades, las provin- cias, los reinos y paises mas remotos: considera- ba las idolatrías, los errores, vicios y pecados de

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