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ds y con las frutas, que todo lo abrasa y marchita. 9. A imitacion de nuestro padreSan Francisco, deseaba que todos viviesen' alegres y contentos; y en hallando un corazon comprimido tristemente dentro del pecho, procuraba con presteza su alivio aunque fuese menester quitarle todo el peso que ocasionaba su desconsuelo, apreciando mas los indecibles bienes que trae la alegría espiritual á las almas y á las ocupaciones de un religioso, por- que ella hace en los corazones lo mismo que el sol con los mas floridos pensiles. La suavidad del gé- nio del varon santo, no era aquella especie de blandura que nace en el descuido ó en la desidia, ó ya en un miedo político y por ventura ambicioso de no desazonar al súbdito; tlojedad que se desci- fra en halago para dejar á cada uno vivirá su al- bedrío, soltando el gobernalle aun en las tormen- tas donde el bajel fluctúe al arbitrio de los vientos; breve camino para relajar al mas religioso espíri- tu y dar al través con toda la nave en el escollo, tan peligroso como disimulado de la blandura. No era así la suavidad del varon santo, sino una suavidad hija de un verdadero celoso amor, que hace florecer entre el desvelo la piedad sin enfla- quecer el valor para aquellos lances en se necesita - dela espada, ni lleva con descuido floja en la ma- no la rienda, quien la mide de suerte que no lasti- ma y enfrena, aunque tal vez apriete tanto; que ensangriente la boca. Vióse prácticamente esta verdad, como diremos despues en muchos lances, en que supo manejar la espada del rigor, mandan- do con vara de hierro, inflexible al ruego y al ge-

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