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a ee de Sigmaringa 89 Elevose por los aires haciendo frente a los he- rejes y amenazandoles cun su espada. Sobre- cogidos de terror, diéronse a la fuga. Rodolfo de Salis, general del ejército enemigo, excia- m6: «Ved ahi el fraile que hemos matado. El es quien combate contra nosotros. Ahora su- frimos el castigo de nuestra crueldad.» El Conde Alwig corria de victoria en vic- toria; atraves6 el Baltasna y el Scaletta, y después de algunos gloriosos combates, llegé a Dischmathale el 3 de Septiembre. Confiados los austriacos y no sospechando ninguna resistencia de parte de los habitantes del Pratigau, se desparramaron en busca del botin. Pronto circulé una nueva siniestra. Los enemigos se preparaban para entrar en. com- bate. Alwig did la sefial. Ay! era demasiado tarde: los soldados no oyeron la sefial. Ataca- ron los rebeldes con tal impetu, que los aus- triacos viéronse obligados a replegarse. Lle- garon nuevos soldados y probaron una nueva resistencia: todo fué en vano. Los austriacos viéronse envueltos por los enemigos. Alwig, desesperado y con las lagrimas en los ojos, contempla por tiltima vez asus que- ridos soldados que iban a ser presa de los bar-
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