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86 Vida de San Fidel ciame, contest6, que se me fartia la cabeza y que me la traspasabancon agudos clavos.» Cuando lleg6 ia noticia del martirio de S. Fi- del, comprobaron que sucedi6 el fenémeno ala misma hora en que se cometia en Seewis el crimen sacrilego. Dios le habia concedido al- guna parte de los sufrimientos de su hermano. Don Placido Vigell, Abad de los Benedic- tinos de Mehrerau, amigo intimo de San Fi- del, tuvo otro conocimiento andlogo. Estando en su habitacién, entraron, dice. dos Capu- chinos envueltos en una claridad maravillosa. Uno era el P. Fidel; lo reconoci perfectamen- te. Levantarme y correr a su encuentro fué co- sa de un segundo. Me incliné para besar el borde de su habito, segtin constumbre; mas él se retir6, sin decir palabra; pregunté a mi ami- go la causa de este silencio y desaparecieron los dos Capuchinos sin responderme. «El Pa- dre Fidel hasido asesinado por los herejes.» dije después. convencido, a mis religiosos. El . correo trajo a poco la noticia de su martirio». En la misma hora en que expiraba el Santo en Seljanas, vidle un religioso de gran virtud subir al Cielo vestido de ptirpura y resplande- ciente como el sol. Enla noche que siguié asu

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