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ie Bignatiogn 8 fio firmemente que volveréis a abrazar la fé de vuestros padres.» Desenvain6 uno la espada y lahizo vibrar en el aire, cayendo sobre la cabeza del P. Fidel. «jJestis, Maria! exclama- ba este, venid en mi ayuda» y cayé de rodi- llas bafiado en su propia sangre. La escena que siguié es digna de canibales. La rabia de estos tigres no podia saciarse: to- dos cayeron sobre él, golpedndole con sus ar- mas. El martir no perdia por eso la tranquiliad de su espiritu ni la serenidad de su rostro. Tendido sobre la tierra. fijos tos ojos en el Cielo, murmuraba con voz apagada. /Perdo- na, Sefor. a mis enemigos! Jesus, Maria, asistidme! Eran sobre las once de la mafiana del 24 de Abril de 1622. A esa misma hora el P. Juan, que habia quedado en Griisch, volvia a casa después de celebrar la Santa Misa. Al momento vidse ro- deado de foragidos armados, dispuestos a ha- cer con él lo que su correligionarios habian hecho con su Superior. Uno de los asesinos ti- r6 dela espadae iba a hundirlaen la cabeza del Padre, cuando liegaron dos nobles protes- tantes, Abundio de Salis y el jefe Jenett, quie- nes con peligro de su vida, lo arrancaron de ggg gy say gs © cr ee eS eee See OF

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