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de Sigmaringa 57 saparecido, se la odia. Los predicantes no re- troceden ante ninguna calumnia, y achacan al clero romano los vicios mas afrentosos.> Tal era el cuadro poco consolador que Juan V, obispo de Coira, trazaba en una carta al Ro- mano Pontifice. El P. Fidel tenia previstas las persecucio- nes que le esperaban, y las anuncié antes de salir de Feldkirch, afiadiendo que tenia la muerte segura. Estratega inteligente, organi- z6 una guerra enregla contra el error. A los sermones de los protestantes oponia su palabra ardiente, asus malos ejemplos la santidad de su vida. Se le vid anunciar con intrepidez las verdades catodlicas a los herejes mds obstina- dos, proponer a los principales sectarios con- ferencias contradictorias. Pastor amoroso, co- rria en alas de su celo tras las uvejas desca- rriadas para reducirlas al aprisco de Jesucris- to. Subia montes escarpados, erizados de pre- cipicios, atravesaba valles, sufriendo hambre, sed, frio, lluvias y nieves. Nada le detenia cuando se trataba de visitar enfermos, admi- nistrar los Sacramentos, recibir la abjuracién de los protestantes convertidos y confirmar a los fieles en la fé. Extenuado por el trabajo

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