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eerser de Sigmaringa 51 oficio (lo hacia siempre de rodiilas, aun delan- te de los soldados) habia producido en él viva impresién. Tuvieros ambos una entrevista en la que se discutieron varios puntos de nuestra fé. No sabiendo cémo escapar a! torrente de pruebas contundentes, Guguellberg pidié un plazo que aproveché para consultar con un ministro protestante. Este, desconcertado, ne- gose a contestar. Comprendié Rodolfo la ra- z6n de esta negativa y abraz6 la religiénca- tdlica, recibiendo los sacramentos de la peni- tencia y de la comunién. Como su palabra no podia llegar a todos aquellos extraviados, escribié numerosas apo- logias, que hizo llegar a todas partes. Este apostolado fué sobremanera fecundo; muchos herejes, convencidos de la falsedad de la Re- forma, entraban o volvian a la Iglesia catdlica. Mas la mies era abundante, y el P. Fidel, aun- que infatigable, no podfa bastar para una ta- rea cada vez mds importante. El cielo iba a cubrir aquel déficit. La autoridad eclesidstica y la civil estuvie- ron de acuerdo en escoger. a los Capuchinos para evangelizar aquella regién. El Obispo de Coira Juan V, los habia llamado ya en 1604a

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