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44 Vida de San Fidel ciones,» habia dicho el Santo a su amigo Fr. Meinrad. He aqui algunas: A una soldado, ordenanza de un jefe supe- rior, amenaz6 que moriria a espada, si no re- nunciaba a la blasfemia. Desoy6 el soldado es- ta amenaza y a poco uno de sus camaradas en una rifia le atravesd con su espada y perecié stibita y miserablemente. En un pueblo de la Alsacia, a una joven aristécrata, orgullosa y arrogante anuncié un castigo que la reduciria a una humillacién ex- trema. La jéven cas6 con un hereje que fué bién pronto la ruina de ta familia: aquella j6- ven arrogante vino aser una mujer vulgar, condenada a devorar las amarguras de toda clase de humillaciones. Anuncié en otra ocasién las grandes cala- midades que sobrevinieron después a los gri- sones. Al coronel de Ballon, comandante de las tropas, dijo: «Los soldados serdn batidos en Recia como gallinas.» Profetiz6 también la insurrecci6n de los de Recia contra el principe, y las pérdidas y desas- tres que esto causaria. Gaspar Kleckeler, jefe del ejército catélico, oyé al Santo esta triste declaracién: «Todos vuestros soldados mo-

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