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52 Vida de San Fidel mo, Ilegando ala perfeccién de esta virtud. f El célebre abogado de otros tiempos, doctor en filosofia y en ambos derechos, consejero de los principes, vivia entre sus hermanos, como si fuera el tiltimo de ellos: trabajaba en el cul- tivo de la huerta, lavaba la vajilla, barria el convento, etc. Conservé limpisima la pureza de su cora- zon. «Jamas noté en él la falta mds ligera con- trala pureza de su corazén» ha escrito su Pro- f vincial, el P. Matias de Reichenan; y uno de ‘S, sus amigos dice: «Su pudor era tan grande, que no podia evitar el sonrojo cada vez que se veia en la precisién de pasar junto a una mu- jer, o de hablar con ella.» La pureza, dice el Espiritu Santo, es un lirio que para crecer y desarrollar su corola, necesita estar rodeado de espinas. Estas espinas tutelares eran en el P. Fidel, la practica de una mortificacién he- réica. Ayunaba las siete cuaresmas que acos- tumbraba ayunar el Penitente de la Umbria, 0 sea casi todo el afio. El viernes limitdbase su comida a un solo plato: Desde la Asuncién de la Virgen hesta la festividad del Arcangel S. Miguel, contentébase con una comida, y no pocos dias con un solo plato: durante toda la

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