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22 Vida de San Fidel ciar el acto herdico que iba a llevar a cabo el ilustre abogado. Después de la misa y depues- tos los ornamentos sacerdotales, arrodillése ante el altar, y recibid el habito serdfico de manos del P. Angel, quien al imponerle el nombre de Fidel, le dijo: «Sé fiel hasta la muerte, y recibirds la corona de la vida.» Con esto el joven abogado vino a ser el humilde Capuchino, P. Fidel de Sigmaringa, como le- llamaremos en adelante. Sus compafieros de noviciado no se_harta- ban de contemplar con admiracién siempre creciente, su austeridad y humildad religiosa. Buscaba en todo los trabajos mas viles. Cas- tigaba su cuerpo sin piedad, imponiase nume- rosas privaciones en la comida y bebida. Su obediencia era la de un religioso perfecto. Era, en una palabra; modelo para toda la co- munidad, principalmente para lus novicios. Pasados algunos meses de noviciado asal- t6 su alma violenta tempestad. Parecian reso- nar en sus ofdos las stiplicas de los pobres, de las viudas y de los huérfanos: «Tantos des- graciados, gritaba el tentador, han quedado abandonados; vuelve a defenderlos; Dios lo quiere.»

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