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de Sigmaringa 9 gritando: ;Muera/Estaban ya para herirme cuando invoqué al P. Fidel; inmediatamente los malhechores emprendieron la fuga. Otro dia se me presenté6 otro insurrecto en tono amenazador y una stiplica hecha al P. Fidel bast6 para avyentarlo. Aquella_ mis- ma noche fué él sorprendido por la muerte. Al pasar el cadaver bajo las ventanas de mi pri- sién, dijome el carcelero lleno de espanto: «jVed ahi el que os amenazaba de muerte!» Poco después abrianse las puertas de mi pri- sidn y recobraba yo la libertad. El P. Juan de Kruwangen curé en Feld- kirch a una pobre demente aplicdndole el cor- don del P. Fidel. Nicolas Hammerer, secretario de Estado en Constanza sufria violenta enfermedad ar- ticular, Fué a visitarlo el P. Apolinar, herma- no del Santo y le rogé le mostrase los _ pies: tocélos disimuladamente con su manto (era el que habia usado San Fidel) y se despidié del enfermo. La hija de este sefior, nifiade nueve afios, tenia un ojo que no podia abrir. Salidé esta ni- fia a despedir al P. Apolinar y este, simulando acariciarla, tocéla el ojo enfermo con un hue-

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