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CONFERENCIA VIGÉSIMA TERCERA 91 e A A: desprende el hombre de la propiedad y uso de sus bienes; sólo dispone lo que ha de hacerse de ellos después de su muerte, únicamente consigna su última voluntad ejerciendo el postrer acto del seño- río que Dios le ha dado sobre los bienes terrenos. ¿Que esto no puede hacerse sin algún género de tristeza y amargura? Comprendo que así sea; pero esa tristeza y amargura que causa la reali- zación de un acto tan cristiano, está compensada con usura por los muchos provechos que trae consigo. Pues por este medio se practica una acción muy meritoria de desprendimiento, despo- seyéndose el hombre voluntariamente en vida de todo lo que por fuerza le.ha de despojar la muerte; y el alma se acostumbra á mirar las cosas de este mundo como objetos prestados, en los cuales no debe poner su afición ni confiar demasiadamente; y se templa el afán desmedido de riquezas y se desvanecen los humos de la soberbia, y los ensue- ños de grandeza que engendra en nosotros la fortuna y prosperidad de la vida; cosas todas, en verdad, muy dignas de aprecio para un buen cristiano. Aparte de esto, con el testamento se evita, en lo posible, que á nuestros bienes se les dé, des- pués de nuestra muerte, un mal destino, y que se empleen tal vez en cosas de la ofensa de Dios ó de ruína espiritual de nuestros prójimos, y se impiden, por lo que está de parte del hombre, pleitos, desavenencias, rencillas y discordias, con todo el cortejo de pecados y escándalos que á

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