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88 DEL TESTAMENTO a AA — o ___ _—__2=2— casas de placer. Formé huertos y vergeles y puse en ellos toda especie de árboles, y construí estanques de agua para regarlos. Poseí muchos esclavos y esclavas y llegué á tener numerosa familia. Amontoné plata y oro y los tesoros de los reyes de las provincias que sujetó mi padre. Escogí para mi palacio cantores y cantoras y cuanto sirve de deleite á los hijos de los hombres. Sobrepujé en riquezas á todos los que vivieron antes de mí en Jerusalem; nunca negué á mis ojos nada de cuanto desearon, ni vedé á mi corazón el que gozase de todo género de deleites, y se recrease en las cosas que yo tenía preparadas. Mas vol- viendo la vista hacia todas las obras de mis manos, y considerando los trabajos en que tan inútilmente me había afanado, ví que todo era vanidad y aflic- ción de espíritu» (1). Con tan expresivas palabras manifestó este hombre desengañado el bajo con- cepto que le merecían los bienes de este mundo, que tantos atractivos tienen para nuestro corazón. Por otra parte, si este mundo, á pesar de ser tan miserable, hubiera de ser nuestra perpetua morada y el término final de nuestra vida; si las riquezas, los honores, los placeres y todo lo demás que nos ofrece hubiésemos de poseerlo perpetua- mente, tendría alguna explicación el excesivo apego que los hombres tienen á la vida y el afán con que se procuran sus menguados bienes. Pero, ¡si es todo lo contrario!, ¡si acá no estamos más (1) Eccles., Il.
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