BCCPAM000526-2-20000000000000
74 DEL REZO DE LOS TERCIARIOS E A _—== Desde luego podemos decir en términos gene- rales, que para que nuestras plegarias sean acep- tables al Altísimo y lleguen hasta su trono «Como la oración del humilde que traspasa las nubes» (1) y se conviertan en lluvia copiosa de gracias que descienda sobre nosotros y fecundice nuestras almas, se necesita hacerlo de tal manera que Dios se complazca en nuestras oraciones y nosotros tengamos derecho á esperar la justa recompensa. Para lo cual se requieren estas cosas, á saber: rezar con espíritu de fe, con recogimiento interior, con la mayor devoción y con toda la atención posible á nuestra fragilidad. Hay que rezar con fe, con profunda convicción de la excelencia del acto que estamos realizando, convencidos de que hablamos con Dios, que deci- mos las divinas alabanzas en la presencia de los ángeles, como lo hacía el Real Profeta cuando decía: In conspectu angelorum psalam tibi (2). «Te alabaré en la presencia de los ángeles.» Uniendo nuestras pobres alabanzas á las que en aquella misma hora se tributan á Dios en toda la Iglesia Católica, á la adoración que le rinden los bienaventurados en el cielo y á los cánticos de los ángeles. Haciéndolo con estos sentimientos, ya no es nuestra torpe lengua ni nuestros inmundos la- bios los que ensalzan y bendicen el santo nombre de Dios, es el órgano autorizadísimo de la Iglesia la que dirige el concierto de nuestras alabanzas, (1) Eccll., XXXV, 21, (2) Ps. 137, 2.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz