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72 DEL REZO DE LOS TERCIARIOS —_—_—____—_ cea un niño se las pone en la boca su misma madre. Es además el Padre nuestro, el memorial que Jesucristo nos dictó y que nosotros hemos copiado para representar á Dios todas nuestras necesidades y pedirle el remedio de ellas. Noso- tros no hubiésemos podido inventar un modo más compendioso y completo de oración, ni siquiera hubiéramos sabido comenzar nuestras súplicas; mas Jesucristo, como el mejor de los padres, nos enseñó esa celestial plegaria, en la que exponemos á Dios, con entera confianza, todas nuestras nece- sidades, así del orden moral como del orden material. El Ave María es el saludo más reverente que puede dirigirse á la Madre de Dios, es la procla- mación más alta de su incomparable dignidad, es la afirmación completísima de las inefables gracias y privilegios con que la enriqueció la mano del Todopoderoso, es el cántico más grato que puede llegar á los oídos de nuestra Reina y Señora, es una nota incomparable que el arcángel San Gabriel arrancó á su arpa celeste al presentarse 4 María como embajador de la Beatísima Trinidad para concertar el augustísimo misterio de la Encarna- ción. Acompaña al Padre nuestro como una carta de recomendación, para que sean bien despacha- das nuestras súplicas, ya que María tiene una influencia incontrastable en el corazón de nuestro Dios, y en sus manos han sido depositados los tesoros de la Redención. Después del Padre nues- fro, ninguna oración es más excelente en verdad
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