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CONFERENCIA VIGÉSIMA SEGUNDA 711 olorosas que la mano maestra de la Iglesia ha po- dido recoger en el ameno jardín de las Santas Escrituras para depositarlo á los pies de la Reina de los Angeles, es como un compendio de lo más grande y extraordinario que han dicho de María Santísima los oráculos de los Profetas, la inspira- ción de los Evangelistas, la elocuencia de los Padres y la sabiduría de los Doctores del Catoli- cismo. Eso, y más que yo no sé expresar, es el Oficio Parvo de la Virgen. Ved si puede darse cosa más excelente ni obsequio que pueda ser más agradable que éste á nuestra Inmaculada Madre. Pues no es menor la bondad y mérito del Ofi- cio de los Padre nuestros, antes bien con toda seguridad puede afirmarse que el Padre nuestro, el Ave María y el Gloria Patri, de que se com- pone ese pequeño Oficio, son las oraciones más dignas y eficaces que puede formular un cristiano y la alabanza más completa á la majestad de Dios que puede brotar de nuestros labios. El Padre nuestro es, digámoslo así, la fórmula oficial de la oración dictada por el Divino Maestro á sus Após- toles. Decíanie éstos un día: «Señor, enséñanos á orar.» «Pues bien—les respondió Él:—oraréis de este modo: Padre nuestro que estás en los cielos, etcétera,» y les dictó palabra por palabra la oración dominical. La primera excelencia, pues, de esta oración es su origen totalmente divino. De los labios de Dios ha pasado á los nuestros sin otro intermedio, como las primeras palabras que balbu- Ae a ey rra ci End AA A E : A
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