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60 LA COMUNIÓN para llevar una vida tan penitente y tan llena de admirables gracias y prodigios. Solía decir esta gloriosa Santa: «No me sorprende que los márti- res corriesen á la muerte con la sonrisa en los labios y el corazón lleno de gozo; pues yo misma, aunque tan miserable como soy, siento tal valor después de haber comulgado, que por amor de Dios afrontaría todos los suplicios, aunque fuera pasar sobre desnudas espadas ó carbones encen- didos; no hay cosa que yo no sea capaz de hacer con el aliento y fortaleza que me presta la sagrada Comunión.» Este amor y esta afición al Santísimo Sacra- mento, que ha sido siempre signo característico de todos los verdaderos hijos del Serafín Llagado, quisiera yo imprimir en vuestros corazones, ama- dos terciarios. Porque no me cansaré nunca de repetirlo: sin la frecuente Comunión no puede darse sólida virtud, acendrada piedad, devoción que sea duradera y vida cristiana sin muchos luna- res. Así es que debéis considerar como la princi- pal de las ordenaciones de vuestra Regla, esta que os prescribe la Comunión mensual, procu- rando no omitirla jamás sin grave motivo, y esfor- zándoos por comulgar aún más á menudo, según vuestra posibilidad y el permiso de vuestro con- fesor. Porque es de advertir que si bien la novísima Regla no ordena más de una comunión al mes, pero esto es lo mínimo, es haber exigido sola- mente aquello sin lo cual no puede llamarse ni ser,
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