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A 58 LA COMUNIÓN Al instituir Jesucristo la Sagrada Eucaristía y presentarla por vez primera á los ojos de sus Apóstoles, no les dijo: «Rendid hom -naje de ado- ración á mi Cuerpo Sacramentado,» sino «<tomad y comed, este es mi Cuerpo;» manifestando clara- mente, con estas palabras, que el fin de la insti- tución de este admirabilísimo Sacramento era el que los hombres se alimentasen de su adorable Cuerpo y pudiesen, por este medio, conservar y aumentar incesantemente la vida dichosa de la gracia. Dedúcese de todo lo dicho, que la Comunión es el acto más necesario y trascendental de la vida cristiana y, por consiguiente, el que ha de realizar el hombre con más frecuencia, con mayor anhelo y más grande preparación. Toda la vida cristiana gira alrededor de la Eucaristía: es como sol reful- gente que la esclarece con su luz y la fecundiza con su benéfico calor, haciendo germinar en ella hermosas flores de virtud. Al pie del tabernáculo se han formado todos los héroes del Cristianismo: allí recibieron su inspiración los grandes genios y las almas extraordinarias que Dios hizo brillar en el firmamento de su Iglesia como estrellas de primera magnitud: allí los mártires templaron su corazón para ser prodigios de fortaleza á los ojos del mundo, los apóstoles aprendieron el celo de la gloria de Dios que abrasaba sus corazones, las vírgenes recibieron el inestimable don de la ange- lical pureza, y los santos todos, en fin, bebieron aquel agigantado espíritu con el que realizaron
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