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56 LA COMUNIÓN ¿Y qué decir ahora, hermanos míos, de los ine- fables tesoros de gracias y auxilios espirituales que contiene ese Sacramento? Poco será afirmar, con Santo Tomás, que por él se purga el alma de los pecados, se aumentan las virtudes y la mente se llena de divinos carismas; es preciso añadir que ese Sacramento es el medio inventado por su amor para mantenernos unidos con él de la manera más estrecha que pudiera desearse. Lo cual nos dió á entender el mismo Señor con estas rega- ladas palabras (1): «Yo soy el pan vivo que des- cendió del cielo... Mi carne es verdaderamente comida y mi sangre es verdaderamente bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí mora y yo en él. Y así como yo vivo por mi Padre, de este modo el que me come vivirá por mí.» Este es en verdad el Pan de los ángeles ama- sado, permitasenos la expresión, y preparado por Jesucristo para que sirviese de sustento á nues- tras almas; esta es la traza descubierta por su infinita Sabiduría para podernos comunicar su espíritu y hacernos participantes de su gracia y celestiales dones; de este augusto Sacramento parten incesantemente ondas vivificadoras que vigorizan las almas y renuevan en ellas la vida cristiana; aquí se halla concentrado aquel miste- rioso fuego que Cristo trajo del cielo para abrasar los corazones en llamas divinas y de aquí brotan las cristalinas aguas que apagan en las almas la (1) Joann., VI.

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