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54 LA COMUNIÓN terioso velo que oculta á nuestros ojos la presencia real de Jesucristo. Esta es la esencia del misterio Eucarístico; pero ¿quién podrá contar las maravi- llas que encierra, ni qué lengua explicar los altísi- mos é inefables motivos de su institución? Digamos sin embargo que ese adorabilísimo Sacramento es la muestra más señalada de la Di- vina Omnipotencia, el compendio de todas las portentosas obras del Creador, la suma de todos los milagros y la cifra de todas las maravillas obradas por el Redentor para llevar á cabo la sal- vación del mundo. Diríase que Jesucristo antes de ausentarse de nosotros quiso dejar en el mundo una obra que atestiguase perennemente á todas las generacio- nes su paso por la tierra. Para esto, en vez de levantar un monumento de piedra, como lo hicieron los israelitas después de atravesar á pie enjuto el río Jordán, construyó, digámoslo así, un arco mis- terioso con las especies sacramentales del pan y del vino, quedándose Él mismo debajo para recibir los homenajes y las adoraciones de todos los siglos cristianos. Y bien pudieran esculpirse sobre el frontispicio de ese monumento aquella inscripción que se lee sobre las famosas columnas de Hércules: Non plus ultra. Más allá nada existe que sea tan excelente, ni tan precioso, ni más digno de nuestro amor y respeto. El poder de Dios no ha podido crear una obra más portentosa ni realizar un milagro más estupendo ni otorgar á los hombres un don más precioso que el que se