BCCPAM000526-2-20000000000000
48 LA CONFESIÓN tierra mayor satisfacción ni que exista consuelo comparable con el que experimenta el alma cris- tiana en el momento de recibir la absolución de sus pecados. ¿Qué alegría experimentaría un para- lítico que después de muchos años de permanecer inmóvil en su lecho recobrase por un milagro la agilidad de sus miembros? Pues no tiene compa- ración esta alegría con la que recibe el cristiano al oir estas consoladoras palabras: «Yo te absuel- vo, levántate, tus pecados te han sido perdona- dos.» Nada en el mundo es capaz de producir en el corazón una dicha más grande. Por eso la buena Confesión da como fruto regaladísimo la paz y el sosiego de la conciencia, y es, entre todos los ejercicios de nuestra santa Religión, el más abundante en saludables resultados. Ni puede nadie aducir como excusa, para dejar de frecuentar la Confesión, la falta de tiempo y la sobra de ocupaciones, pues los que se amparan en tales subterfugios, ó ignoran lo que es la Confesión ó pretenden encubrir su indolen- cia y malicia y tal vez su irreligiosidad con fútiles pretextos. La Confesión se ha hecho para los hombres, y Jesucristo, al instituirla, debió hacerla fácil de modo que estuviera al alcance de todos. Y así en efecto lo hizo, en lo cual aparece su infinita misericordia: porque siendo el pecado el mal más terrible y el más difícil de curar, deseoso sin embargo de salvar nuestras almas, puso á nuestro alcance y en nuestras manos una medi- cina eficacísima, á fin de que el hombre, tan
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz