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CONFERENCIA VIGÉSIMA 45 mientras los que frecuentan la Confesión, vencen los malos hábitos, se apartan de las ocasiones pecaminosas y llegan á ser personas espirituales, dadas á la oración, á las obras de piedad y dis- puestas á cumplir en todas las ocasiones sus debe- res de cristianos, los que rara vez se confiesan, caen frecuentemente en los mismos pecados, no acaban jamás de romper las ligaduras de las cos- tumbres viciosas, tienen una fe apagada, una devoción que apenas merece el nombre de tal, y arrastran una vida que bien poco se diferencia de la de los incrédulos. Además de este motivo tan poderoso hay otro que debe también estimular al terciario á la confe- sión más frecuente y es: que sin este requisito no podría ganar muchas de las indulgencias de su Orden, las cuales exigen la confesión por lo menos semanal. Por eso vemos que los fervorosos tercia- rios para no privarse del tesoro de las indulgen- cias se confiesan tan á menudo como les es posi- ble. Así lo hacía San Luis, rey de Francia, el cual se confesaba todos los viernes, y Santa Isabel de Hungría, que practicaba la misma cos- tumbre, sin mencionar á la gloriosa penitente de la O. T. Santa Margarita de Cortona, que lo hacía todos los días con amarga contrición de su alma. Para estimularos á esto, conviene recordar que el Sacramento de la Penitencia, si bien fué insti- tuído directamente y en primer lugar, para devol- ver la gracia al que la ha perdido por el pecado mor- tal, y desde este punto de vista es absolutamente-

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