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CONFERENCIA VIGÉSIMA 41 conocerlo y entender su aplicación para tenerlo siempre á la mano y poderse servir de él en el momento oportuno? Pues bien, carísimos tercia- rios; la fe nos enseña que Jesucristo nos dejó en el Sacramento de la Penitencia un remedio infali- ble para devolver á nuestra alma la vida sobrena- tural de la gracia, cuando la ha perdido por el pecado. ¿Cuánto, pues, no nos interesará cono- cer la naturaleza de ese Sacramento vivificador, los efectos que produce y las disposiciones que son necesarias para recibirlo con provecho? Diga- mos, por tanto, desde luego, alguna cosa sobre asunto tan importante, El Sacramento de la Penitencia es el medio establecido por Nuestro Señor Jesucristo para perdonar los pecados cometidos después del Bau- tismo mediante la absolución del sacerdote y los actos del penitente. No tuviera el hombre necesi- dad de este Sacramento, si después de haber sido regenerado por las aguas santificadoras del Bau- tismo, si una vez adornado con el ropaje de la inocencia, lo hubiera conservado limpio sin man- charlo con nuevas culpas. Pero desafortunada- mente no es así: el hombre se siente inclinado á lo malo desde su mocedad, dentro de sí lleva el germen de toda corrupción, es frágil como una caña y pierde su hermosura con la misma facili- dad con que se marchita una flor. El hombre es un soldado que forzosamente ha de sostener recio combate, formidable pelea con el demonio, el mundo y la carne, y ¡ay! no pocas veces en el

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